Los profesores de Religión llevamos años trabajando en el aula el Camino de Santiago y las peregrinaciones. Durante cuatro años, el reto de vivir la experiencia fuera de los libros se convirtió en una realidad. La idea del Camino de Santiago como metáfora de la vida se presentaba cada septiembre en nuestra mente y acababa en la programación de la asignatura.
El proyecto fue encargado a una empresa canaria de emprendedores, cuyos miembros se han formado dentro del MSC (movimiento scout católico). Ellos y yo vimos en el Camino una oportunidad para trabajar con los jóvenes la experiencia de comunidad. El primer paso fue la elección de la ruta. El Camino Francés desde un primer momento nos pareció que tenía un mayor atractivo, era el que más y mejores servicios ofrecía. Hemos realizado 2 veces el Camino Francés, saliendo desde Lagunas de Castilla y Sarria, y otras 2 veces el Camino Primitivo, desde Lugo, una vez, y desde O Cádavo, otra vez.

Ha sido una aventura muy bien organizada. Al tener que volar desde Gran Canaria, tuvimos que reservar albergues privados. El despertar de cada día con música celta de Carlos Núñez hacía que los jóvenes identificaran la música con el comienzo de la jornada. Se levantaban, desayunaban y empezábamos a caminar. Parábamos cada 8 kilómetros para estirar, descansar y comer algo. Recorríamos diariamente entre 20 y 25 kilómetros.
Todos hemos sido compañeros de camino, peregrinos dispuestos a ayudarnos y a estar unos con otros. Durante el camino formamos una comunidad donde todos hemos sido importantes y donde sobraba aquello que nos impedía ser felices en medio de las dificultades. En nuestra peregrinación hacia Santiago, el apoyo mutuo, el servicio, la comunión de vida, la alegría y la fiesta han sido elementos esenciales de nuestra experiencia.
Hemos caminado con austeridad para vivir la experiencia de peregrinos con mayor autenticidad. La mochila llevaba sólo lo imprescindible. Cada uno cargó siempre su mochila y se ayudó al que lo necesitó. No han faltado los momentos de dureza, de ampollas y dolores musculares, pero el sacrificio y el ánimo que nos hemos ido dando unos a otros ha permitido que, al llegar a Santiago y con lágrimas en los ojos, nos abrazáramos y nos felicitáramos en una mezcla de sentimientos. Hemos podido disfrutar de la emoción de la llegada y del encuentro al compartir la Misa del Peregrino.
El Camino es una ruta interior que nos ha permitido encontrarnos con nosotros mismos y con los otros, y a muchos les ha permitido el reencuentro con la experiencia religiosa.